Pietro Andrae Matthioli (1501-1577), un naturista italiano contemporáneo de Paracelso, fue uno de los primeros en estudiar a los tomates, uno de los tantos descubrimientos del continente americano, clasificándolos en la categoría de las solanáceas, una variedad conocida por ser afrodisíaca. Esta, junto a otras plantas fueron incluídas en su obra “Discorsi” sobre la Materia médica de Dioscórides. Muchos temían consumirlos por su parecido con la planta belladonna, otra solanácea, y sus efectos indeseados. Así fue como se ganó su mala reputación por primera vez: los puritanos de la época creían que esa planta podía tentar a las personas a caer en el pecado.
Eso no causó miedo, aunque sí el disgusto de los religiosos de la época. Sin embargo, lo que sí lo convirtió en una planta temible fue la publicación de un herbario en 1597 que decía que las hojas y el tallo eran tóxicos y que, mientras que la fruta no, tenía un sabor desagradable. El libro, escrito por un barbero-cirujano llamado John Gerard, se volvió muy popular en Inglaterra y, más tarde, en Estados Unidos. Ellos los tenían como decoración, pero nunca en sus platos.
Mientras tanto, los españoles e italianos ya lo habían incorporado en sus dietas y, sorpresa sorpresa, nadie murió envenenado. Esto ocurría entre otras cosas, porque era comida de pobres, por lo que eran servidos en platos de madera. Pero como no tenían forma de saberlo, simplemente pensaron que era porque estaban hechos para las personas que vivían en países más cálidos porque necesitaban “enfriar sus estómagos”.
Sin embargo, el miedo a los tomates, aunque fuera ridículo, no era del todo infundado. Muchos aristócratas habían muerto después de comerlos y, naturalmente, creyeron que la culpa era de la comida y no de que sus platos estaban hechos a base de plomo. Como los tomates son ácidos, cuando eran colocados sobre la vajilla podían envenenar a los que los comían. El pobre tomate no era el responsable de las muertes, la química sí, pero en esa época las personas no tenían forma de saberlo.
Los tomates fueron el peor enemigo de los ingleses y norteamericanos hasta que, en 1880, los napolitanos tuvieron la idea más genial de la historia de la gastronomía: LA PIZZA.


Fecha de publicación: 15 marzo, 2022

Autores: Dr. Gabriel Arcidiácono, Prof. Dr. Eduardo Scarlato.